El Profesor Lei Zuo de la Universidad de New York, en conjunto con sus alumnos Brian Scully, Jurgen Shestani y Yu Zhou, presentaron un prototipo funcional -a escala 1:2- de un amortiguador regenerativo que, como parte de un automóvil, será capaz de aprovechar las irregularidades del terreno para generar electricidad.
El aparato se basa en la ley que Faraday formuló hace casi 180 años: cuando una bobina está sometida a un campo magnético variable, se produce una diferencia de voltaje entre sus extremos. Es la misma idea de las “linternas eternas” que venden por la TV y que se cargan agitándolas.
En este caso, el amortiguador consta de un cilindro hueco en cuyo interior hay una bobina de cobre, y un émbolo provisto de múltiples anillos magnéticos que entran y salen del cilindro mientras el auto vibra por las irregularidades del terreno, los hoyos en la vía, los lomos de toro, los frenazos, etc.
El modelo a escala hecho por el profesor Zuo genera electricidad a menos de 10W de potencia, pero según los cálculos del equipo, el modelo final, de tamaño real y funcionando en las cuatro ruedas del vehículo podría generar 256 watts circulando a 45 km/h. Según el departamento de ingeniería de FayerWayer, circulando a 50 Km/h por la Alameda debe generar fácil el triple. La electricidad así generada realimenta las baterías del vehículo, lo que en un auto eléctrico o híbrido puede aumentar hasta en un 10% la eficiencia y, según yo, la autonomía.
La idea de adosar dispositivos regenerativos a un vehículo no es nueva. Por ejemplo, hace ya mucho tiempo que se inventaron los frenos regenerativos y reostáticos mediante los cuales el vehículo “paga” con electricidad por el privilegio de ser frenado. Mientras el frenado reostático emplea la electricidad para calentar bancos de resistencias variables y así climatizar el interior de trenes y buses, el freno regenerativo reconfigura el motor eléctrico para funcionar como generador mientras se está frenando, y éste a su vez alimenta baterías o bancos de condensadores.
En los automóviles el freno regenerativo está todavía en pañales. El año pasado se probó en la Fórmula 1 y habrá que esperar a que se masifique su uso en este deporte antes de que se traspase el conocimiento adquirido a los autos comunes.
El aparato se basa en la ley que Faraday formuló hace casi 180 años: cuando una bobina está sometida a un campo magnético variable, se produce una diferencia de voltaje entre sus extremos. Es la misma idea de las “linternas eternas” que venden por la TV y que se cargan agitándolas.
En este caso, el amortiguador consta de un cilindro hueco en cuyo interior hay una bobina de cobre, y un émbolo provisto de múltiples anillos magnéticos que entran y salen del cilindro mientras el auto vibra por las irregularidades del terreno, los hoyos en la vía, los lomos de toro, los frenazos, etc.
El modelo a escala hecho por el profesor Zuo genera electricidad a menos de 10W de potencia, pero según los cálculos del equipo, el modelo final, de tamaño real y funcionando en las cuatro ruedas del vehículo podría generar 256 watts circulando a 45 km/h. Según el departamento de ingeniería de FayerWayer, circulando a 50 Km/h por la Alameda debe generar fácil el triple. La electricidad así generada realimenta las baterías del vehículo, lo que en un auto eléctrico o híbrido puede aumentar hasta en un 10% la eficiencia y, según yo, la autonomía.
La idea de adosar dispositivos regenerativos a un vehículo no es nueva. Por ejemplo, hace ya mucho tiempo que se inventaron los frenos regenerativos y reostáticos mediante los cuales el vehículo “paga” con electricidad por el privilegio de ser frenado. Mientras el frenado reostático emplea la electricidad para calentar bancos de resistencias variables y así climatizar el interior de trenes y buses, el freno regenerativo reconfigura el motor eléctrico para funcionar como generador mientras se está frenando, y éste a su vez alimenta baterías o bancos de condensadores.
En los automóviles el freno regenerativo está todavía en pañales. El año pasado se probó en la Fórmula 1 y habrá que esperar a que se masifique su uso en este deporte antes de que se traspase el conocimiento adquirido a los autos comunes.
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